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La inteligencia artificial no entiende de códigos postales

Más allá de las grandes ciudades, pueblos y ciudades medianas, la IA puede liderar una transformación digital con sentido, impacto y arraigo local.

    La Patum de Berga durante el 2024 | ACN
    La Patum de Berga durante el 2024 | ACN
    Jordi Marin | VIA Empresa
    Experto en transformación digital e innovación
    05 de Junio de 2025

    Mientras el debate sobre la inteligencia artificial (IA) a menudo se concentra en grandes corporaciones, capitales globales y ecosistemas hiperconectados, es hora de mirar hacia el mundo local: pueblos y ciudades medianas donde, quizás, el ruido es menor, pero el potencial puede ser inmenso.

     

    El reto ya no es si hay que incorporar la IA a la gestión pública o al tejido económico, sino cómo hacerlo con sentido, escala e impacto real, generando beneficios para la ciudadanía, las empresas y las organizaciones. Y en este escenario, el territorio juega un papel clave.

    Es cierto que los municipios pequeños parten con algunas desventajas: menos recursos técnicos, escasez de personal especializado, una cierta dependencia tecnológica, problemas de conectividad o dificultades para atraer talento digital. También hay una barrera cultural: la percepción de que la IA es "cosa de las grandes ciudades" o de las "grandes empresas".

     

    Pero muchas de estas barreras son, sobre todo, narrativas. Narrativas que se pueden desmontar con proyectos concretos, alianzas inteligentes y una visión local y decidida. De hecho, los territorios intermedios tienen algunas ventajas diferenciales: mayor flexibilidad administrativa, cohesión social y proximidad con la ciudadanía, que facilita la participación y la personalización de las soluciones. Además, su impacto puede ser casi inmediato.

    Desde una perspectiva de gestión municipal, la IA puede transformar ámbitos como la gestión energética, el mantenimiento de espacios públicos, la planificación urbanística, el tráfico o el medio ambiente, pero también otros más sociales: participación ciudadana, gestión de residuos o detección de vulnerabilidades.

    Ya hay ejemplos en marcha. Viladecans utiliza IA para anticipar situaciones de riesgo en servicios sociales. Olot apuesta por los datos y sistemas inteligentes para mejorar el rendimiento agrícola. En Campoo de Enmedio, en Cantabria, la IA optimiza la producción lechera con visión por computador. Fuera de Cataluña, ciudades como Bad Hersfeld (Alemania) o Kempele (Finlandia) han demostrado que una estrategia clara permite una administración más eficiente, predictiva y centrada en las personas. Son modelos replicables a escala local, si hay voluntad, liderazgo y colaboración.

    Pero la IA no solo mejora la gestión pública. Puede ser un motor de desarrollo económico y fijación de talento. Con estrategia y visión, los municipios pueden generar entornos atractivos para profesionales digitales que buscan calidad de vida, trabajo híbrido y proyectos con impacto real. También permite modernizar sectores como el agrícola -con sensores, predicción de cosechas y gestión inteligente de recursos- y crear nuevos servicios digitales en ámbitos como la salud, el comercio, el turismo o la educación.

    Los ejemplos inspiradores no faltan: Eemnes, un pequeño pueblo neerlandés de poco más de 9.000 habitantes, es un laboratorio vivo de IA aplicada a la eficiencia energética y la gestión municipal. En Curacaví (Chile), se hacen pilotos para anticipar riesgos ambientales y mejorar la resiliencia rural. Más cerca, el proyecto Bierzo Hub impulsa la IA para transformar la economía agroalimentaria y vitivinícola en Castilla y León. Y en Cataluña, iniciativas como las de Berga empiezan a apuntar hacia la digitalización del comercio y la movilidad como ejes de dinamización económica.

    Según datos del Ministerio para la Transición Digital, en España hay más de 6.800 municipios con menos de 5.000 habitantes, muchos de los cuales han vivido una caída de población y actividad económica. Pero también hay brotes verdes: el teletrabajo y el autoempleo digital están creciendo en entornos rurales postpandemia. El potencial es enorme.

    Quizás no se trata de que cada pueblo tenga su sistema de IA, sino que se creen redes cooperativas, se compartan recursos, se aprenda conjuntamente y se establezcan alianzas con actores tecnológicos y educativos del territorio. El reto no es hacer grandes cosas, sino hacer cosas útiles para la gente, con la IA como aliada, no como barrera.

    Hay brotes verdes: el teletrabajo y el autoempleo digital están creciendo en entornos rurales postpandemia

    Si queremos una transformación digital real e inclusiva, debemos poner el foco en los pueblos y ciudades medianas. La IA puede ser una gran oportunidad para el mundo local, siempre que se conecte con las necesidades reales, las capacidades de la gente y una visión de futuro que no deje a nadie atrás.

    No se trata de competir con las grandes metrópolis, sino de reivindicar una nueva modernidad arraigada al territorio. Y la IA puede ser el catalizador de este cambio si sabemos aprovecharlo.